EL CAMINO DE LA CRUZ EN EL EVANGELIO DE MARCOS

 JOSÉ LUIS AVENDAÑO, Chile
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4.         Perder y ganar la vida por Jesús y el evangelio (35-37)

Mas, ¿cuál es el motivo que amerita y da último sentido a este seguimiento incondicional y justifica todos los riesgos y avatares inherentes del camino? ¿Qué podría , en consecuencia, justificar la insólita y temeraria decisión de la negación continua de sí mismo y del tomar la horrible cruz como itinerario de vida, que a primera vista y a la luz de la sensatez y la razón humana no reporta más que una flagrante estupidez y una elocuente locura? Los vs. 35-37, organizados cada uno con su respectiva conjunción causativa (VD, son la respuesta que proporciona el evangelista a aquello:

ÔH (D ¦< 2X8® J¬< RLP¬< "ÛJ@Ø FäF"4 B@8XF,4 "ÛJ¬<q ÔH *z < B@8XF,4 J¬< RLP¬< "ÛJ@Ø ª<,6,< ¦µ 6" J@Ø ,Û"((,8\@L FfF,4 "ÛJZ<. (35)

J\ (D éN,8,Ã <2DTB@< 6,D*­F"4 JÎ< 6`Fµ@< Ó8@< 6"Â .0µ4T2­<"4 J¬< RLP¬ "ÛJ@Ø; (36)

            J\ (D *@Ã V<2DTB@H <JV88"((µ" J­H RLP­H "ÛJ@Øp (37). *)

*) Los caracteres griegos son: WP Greek Century. Los de hebreo son: WP Hebrew David - de esta página web: http://members.fortunecity.es/todofuentes1/index/descarga/simbolos/lenguas.htm .

Difícilmente una sentencia jesuánica se halle tan bien atestiguada en los evangelios como estas de Mc 8, 35.  De ello da cuenta su confirmación en los paralelos de Mateo (16, 25) y Lucas (9, 24), como también su existencia en Q (Lc 17, 33; Mt 10, 39) y, aun en el cuarto evangelio, aunque ya en una forma bastante modificada (Jn 12, 25).  Aquí Jesús señala que salvará su vida sólo aquel que la pierda: ª<,6,< ¦µ 6" J@Ø ,Û"((,8\@L[73], lo cual bien puede ser considerado, como un primer indicio de que Marcos ha sido quien lo ha introducido en el orden actual de este material, el que sólo habría incluido un ª<,6,< ¦µprimitivo, con la finalidad expresa de indicar que aquel sufrimiento por causa del Señor se extiende, a su vez, con igual rango de equivalencia a quien sufra por causa del evangelio, ya que el mismo Señor está en el evangelio[74]. Un similar mundo de ideas se encontraría en 10, 29, en donde Jesús ofrece una recompensa del ciento por uno a quienes hayan dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, hacienda por: ª<,6,< ¦µ 6" ª<,6,< J@Ø ,Û"((,8\@<. De igual forma que en 8, 35, encontramos otra vez aquí que los paralelos de Mateo y Lucas, aun siguiendo de muy cerca el orden ofrecido por Marcos, presentan cada uno distintas variaciones. Así, según Mateo la recompensa de Jesús es prometida a quien haya renunciado a todo: ª<,6,< J@Ø ¦µ Ï<`µ"J@H, en cambio que para Lucas 18, 29, ésta se extiende a quien lo haya hecho: ,Ë<,6,< J­H $"F48,\"H J@Ø 2,@Ø.

Pues bien, ¿qué podría ser sin duda aquello a lo que todo ser humano o colectividad le tribute más cuidado y valor y que no estaría dispuesto jamás a entregar por nada a cambio? Seguramente aquello que se presenta único e irrepetible, que no admite sustitución alguna, ni una vez estropeado puede ser reparado, ni una vez esparcido puede ser recogido, ni una vez perdido puede ser recobrado y de cuya decisión en el aquí y en el ahora se compromete todo su final destino, ¿qué más, entonces, sino la propia vida de los seres humanos en tanto individuos y en tanto individuos que conforman la colectividad? Ahora bien, en la sentencia de Marcos aquí en v.35, la RLPZ no ser entendida ya como en la dicotómica doctrina helenista, como aquella cualidad superior del ser humano, que revela en definitiva su verdadera y más plena existencia a expensas y en oposición valórica con la FVD>. Habría que comenzar a formular su alcance y contenido, entonces, dentro de los márgenes de la antropología veterotestamentaria y atender en función del concepto de ש 51, “a la vida en cuanto que está vinculada a un cuerpo”[75], el soplo vital conferido por Dios a los seres humanos, indivisible y, por lo tanto, insustituible, que se da de este modo y no de otro en la contingencia particular del aquí y del ahora en que se me ofrenda y lo asumo, lo cual vale decir mi propio yo, mi propia existencia, mi propia identidad. No es azaroso, por lo tanto, que en Mc 8, 37 en lugar de J­H RLP­H "ÛJ@Ø, el texto paralelo de Lucas 9, 25 introduzca el pronombre reflexivo ©"LJÎ< como sustituto. Con todo, debemos concordar con Gnilka en que “la antropología subyacente aquí va más allá de la frontera de la vida terrena… Pero no se limita todo a la simple contraposición de vida terrena y vida eterna”[76].

En palabras del evangelio y a modo de paralelismo antitético, es perder la vida para recuperarla, mas sólo a de causa de Jesús y su evangelio: ÔH (D ¦< 2X8® J¬< RLP¬< "ÛJ@Ø FäF"4 "B@8XF,4 "ÛJ¬<q ÔH *z < B@8XF,4 J¬< RLP¬< "ÛJ@Ø ª<,6,< ¦µ 6" J@Ø ,Û"((,8\@L FfF,4 "ÛJZ< (8, 35). Por medio, también, de las dos sentencias interrogativas de carácter sapiencial de los vs. 36-37, se expone toda la insensatez y estupidez de la que podría hacerse merecedor un hombre que quisiera ganar para sí todo lo que pudiera ofrecerle el mundo, pero, en cambio, perdiera su vida misma. Sin embargo, el perder la vida por causa de Jesús y su evangelio para así únicamente poder salvarla, recuperarla, adquiere siempre un llamado a la decisión en un cuadro de concurrencia concreta. En nuestra sección del camino, en el que está situado nuestro texto revierte para los discípulos el desafío de aceptar el camino de sufrimiento que anteriormente ha explicitado Jesús y al que ellos también han de quedar expuestos, el cual significa seguir en pos de él, negarse a sí mismos, tomar su cruz y proseguir el camino rumbo a Jerusalén. Para la comunidad de Marcos, entre tanto, compromete el desafío a ver en el camino de Jesús y también en el de sus primeros seguidores, no algún proceso purificador ni menos una exposición al martirio irresponsable e indolente, sino el camino de la plena fidelidad al evangelio del reino, cuya meta ya surcada y acabada por Jesús, constituye un llamado a la esperanza en medio de la hostilidad y la persecución, y una gran fuerza de resistencia para no sucumbir a las exigencias de adoración de los poderes de este mundo irredento.

[73]De este modo el 6"Â que une las dos piezas de la oración cumpliría una función epexegética, haciendo que la primera pieza fuera interpretada por la segunda: "el evangelio es el Señor”.

[74]Para todo esto, véase, Willi Marxsen, El evangelista y, específicamente, el capítulo, Euangelion, 111-143. 

[75]Walther Eichrodt, Teología, II, I. Dios y mundo. II. Dios y hombre, Cristiandad, Madrid, 1975, 141.

[76]Marcos II, 27.